Capítulo 4: Tierra de Calor y Promesas
¡Por fin llegamos a Brasil! Después de cuarenta días en el barco, vemos la costa de Río de Janeiro.
El calor es terrible. Es como estar dentro de un horno. En Alemania nunca sentí tanto calor. Todos sudamos mucho.
"¡Qué colores tan bonitos!" dice Liese, mirando las montañas verdes y las casas de colores brillantes.
El puerto está lleno de ruidos nuevos. La gente habla portugués muy rápido. Hay vendedores gritando, música extraña, y muchos olores diferentes.
Anna ya está mejor, gracias a Dios. Greta sonríe por primera vez en semanas.
Los oficiales del gobierno nos hablan en alemán:
"Ustedes van a Santa Catarina, a una colonia nueva llamada Blumenau. Es buena tierra para cultivar."
Subimos a carretas tiradas por bueyes. Es muy incómodo. Después viajamos en canoas por un río grande. El agua es café y hay muchos árboles altos a los lados.
En el río vemos personas indígenas en canoas pequeñas. Nos miran con curiosidad pero no hablan. Karl se esconde detrás de mí.
"No tengas miedo," le digo. "Son las personas de esta tierra."
También encontramos otras familias alemanas e italianas que van al interior.
"¿Ustedes también van a trabajar la tierra?" pregunta Hans.
"Sí, buscamos una vida nueva," responde un italiano.
Por las noches dormimos junto al río. Hay ruidos de animales que no conocemos. Mosquitos grandes nos pican mucho.
"Jakob, ¿estamos cerca?" pregunta Greta.
"Pronto llegamos a nuestro nuevo hogar," le digo, pero no sé cuándo.
El viaje continúa, pero cada día estamos más cerca de nuestro futuro.