Capítulo 6: Los Extraños se Vuelven Vecinos
Ya llevamos unos meses en Blumenau. Ahora tenemos muchas casas de madera y somos una familia grande de alemanes.
Los domingos construimos una iglesia pequeña con todos los colonos. Usamos los troncos más grandes y las mejores hojas de palma para el techo.
"Esta es la casa de Dios," dice el pastor Mueller cuando terminamos.
Cada domingo cantamos los himnos alemanes que sabemos de memoria. Greta llora cuando cantamos "Ein feste Burg ist unser Gott" porque recuerda Alemania.
Liese enseña a leer a los niños pequeños con nuestra Biblia familiar. Se sientan en círculo bajo un árbol grande.
"Esta letra es 'A' en alemán," les dice Liese, señalando las páginas amarillas.
Un día, una familia brasileña viene a visitarnos. Se llaman los Silva. El señor Silva habla un poco de alemán.
"Ustedes no comen estas frutas," nos dice, mostrando frutas naranjas grandes. "Son muy buenas. Se llaman mamão."
Su esposa, doña Maria, le enseña a Greta qué plantas curan cuando estamos enfermos.
"Esta hoja es para el dolor de estómago," dice en portugués lento. Greta repite las palabras.
Los Silva nos enseñan cuándo va a llover mucho y cuándo es mejor plantar. Conocen la selva como nosotros conocíamos los campos de Alemania.
"Son buenas personas," le digo a Greta esa noche.
"Sí, Dios nos mandó buenos vecinos," responde ella.
Ahora cuando los Silva vienen, compartimos nuestra sopa alemana y ellos traen pescado fresco del río.